miércoles, 25 de mayo de 2011

Elecciones y futuro del Perú - Eco. Miguel Eduardo Bonilla Awuapara



ELECCIONES  Y FUTURO DEL PERÚ
El 5 de junio acudiremos a las urnas para elegir  a quien presidirá el Perú los próximos cinco años. Lamentablemente, para los demócratas, ninguna de las dos alternativas nos parece idónea, y los candidatos que representaban esa opción fueron dejados de lado por los electores a pesar de que en su conjunto tenían aproximadamente el 50% de la votación. Las dos primeras mayorías, una de extrema izquierda y la otra de extrema derecha, son de origen autoritario, por lo tanto, las libertades políticas en los próximos años pueden ser vulneradas y esa mayoría demócrata tendrá que estar vigilante de que, en cualquiera de los casos, ninguno de los posibles presidentes quiebre el orden constitucional, ni afecte nuestra democracia, que tanto esfuerzo nos costó recuperar.
En el caso de Keiko Fujimori, si bien es cierto ella no es su padre, éste fue un dictador que alteró el orden constitucional y está condenado a prisión por violar derechos humanos; y Fuerza 2001 es heredera de esas prácticas que asimismo crearon una mafia que corrompió el país en lo político,  económico y social. También es cierto que no son los mismos tiempos ni circunstancias, y que diez años después las instituciones se han consolidado y existe una prensa libre que no permitirá que se repitan actos repulsivos como los vivimos hasta el 2000.
En el caso de Ollanta Humala, se conoce de su acercamiento con Chávez, Correa, Ortega y  Morales. Sabemos cuál es la política que están practicando en sus países y no queremos que esa política se instale en el nuestro. No queremos reelecciones permanentes, no queremos referéndums para cambiar la Constitución  peruana para objetivos personales o de grupo, no queremos ser parte del plan Chávez de convertirse en el nuevo Fidel Castro. Queremos continuidad democrática, queremos instituciones solidas, queremos un país pacífico y con libertad.
En lo referente a las libertades económicas, en el caso de Keiko Fujimori su plan de gobierno es de economía de mercado, que ha generado un crecimiento económico en nuestro país que ha permitido bajar la pobreza del 54.8% en el año 2001 al 31.3% a finales del año pasado. Si mantenemos el modelo económico  y seguimos creciendo al mismo ritmo, podríamos esperar reducir la pobreza en los próximos cinco años en aproximadamente 15%, de modo que la “exclusión social” sería mucho menor, y aplicando los recursos del Estado en forma eficiente se podría acabar con la pobreza extrema.
En el caso de Ollanta Humala, sabemos su plan de gobierno se opone al desarrollo minero, petrolero y de gas; plantea un nacionalismo económico que ya conocemos a dónde nos puede conducir. Basta recordar el gobierno de Velasco Alvarado a quién él admira tanto. Esos planes de gobierno, porque no es uno solo sino varios los presentados, traerán una corrida de capitales, paralización de inversiones y otros efectos nocivos para la economía peruana, que impedirán seguir con el crecimiento económico. No queremos ser como Venezuela, que gracias a su riqueza petrolera tiene el PBI per cápita más alto en Sudamérica, sin embargo el despilfarro económico y su política nacionalista de izquierda la tiene sumida en niveles de pobreza y corrupción que no corresponde a sus ingentes recursos, ni a la memoria de sus próceres de la independencia americana.
Sabemos que los socios electorales de Ollanta Humala están detrás  de todos los conflictos sociales que se incuban en nuestra patria No es casualidad que donde tiene mayor votación hay tomas de carreteras, violencia y reclamos no siempre justificados.
Se habla de la mafia Fujimorista, pero me pregunto: ¿Detrás de Humala no está la mafia Montesinista?, pues Humala le sirvió de cortina de humo a Montesinos cuando se fugaba del país en un velero.
Se vienen tiempos difíciles para la patria. Los demócratas debemos estar preparados para la defensa de las libertades políticas y económicas en los próximos cinco años.
Pero, ¿cómo llegamos a esto?  Podría ensayar una respuesta. Como hace cinco años, nuevamente tendremos que elegir entre el mal menor. La causa podría estar en la ausencia de partidos políticos organizados, que representen ideologías, con formación ciudadana, con presencia en todo el país. En principio, debemos acabar con los caudillos; y los dos candidatos representan esa forma de hacer política; basta con escuchar que se autodenominan humalistas o fujimoristas.  Esa es la vieja historia de la política peruana desde los inicios de la república hasta nuestros tiempos, o acaso no hablamos de los toledistas, belaundistas, odriistas, etc., inclusive se puede hablar de los alanistas, dado el catastrófico resultado electoral del APRA, lo cual ratificaría que hay una crisis de los partidos.
Considero que deben existir un número de partidos políticos igual a los de las ideologías que existen: izquierda democrática, social democracia, social cristianismo, liberal, verdes y, quizás, una o dos más; pero en nuestro país cada persona con un poco de prestigio o popularidad por haber destacado en la vida pública, intenta fundar su propio grupo político, el que finalmente no trasciende en el tiempo, hecho este que no ayuda a consolidar los partidos.
Otro de los problemas en las agrupaciones políticas es que los viejos líderes nunca se jubilan y no permiten la renovación de cuadros y liderazgos, ni  existe una real democracia interna. Esto ha producido que en algunas elecciones, como la del año 1995, cuando se presentaron más de 33 agrupaciones.
Si hoy en día, todos aceptan principios como la libertad, la democracia, el Estado de Derecho y la economía de mercado. Y sobre esta última hay una encuesta de Datum Internacional S.A. publicada el 29 de abril del 2011, que a la pregunta: ¿Qué tipo de economía le conviene al Perú?, el 75.5% responde que a una de economía de mercado y solo un 16.3% a una economía controlada, siendo los NS/NC el 8.2%, queda claro que nosotros los liberales tenemos un importante rol que cumplir en el futuro político, ya que son estos principios las cuatro columnas fundamentales del Liberalismo.

Miguel Eduardo Bonilla Awuapara
Economista


Lima, 24 de mayo del 2011

viernes, 20 de mayo de 2011

Estancados… ¿Un siglo más? - Economista Juan Manrique Silva



ESTANCADOS… ¿UN SIGLO MÁS?

A inicios del siglo XX el ingreso per- cápita de los Estados Unidos era nueve veces superior al de los países latinoamericanos; transcurridos cien años, la proporción ha aumentado en forma dramática. A decena de veces superior. Esta perturbadora información nos conduce a la inevitable pregunta ¿Por qué  la mayor parle de los países sudamericanos se han estancado –en el mejor de los casos– o rezagado frente a otras naciones?
Consideremos que los gobiernos en los últimos años han experimentado con casi todas las formas políticas y económicas posibles, desde radicales posiciones marxistas hasta socialismos moderados o inmoderados, incluyendo a los exóticos modelos populistas y sus respectivas heterodoxias económicas, con los lamentables resultados que se expresan en el aumento de la pobreza y la desigualdad en la mayor parte de los países sudamericanos.
En la siguiente reflexión vamos a referirnos a tres cuestiones que tratan de explicar las causas por las cuales las ideas liberales no se convirtieron en la base de los programas de desarrollo en nuestros países pero que sí se aplicaron en los países prósperos.

El miedo a la libertad
¿Por qué en Latinoamérica no hay partidos liberales mayoritarios?, es la pregunta que en forma reiterativa se escucha en los más diversos lugares. La libertad ha sido una de las metas que con más entusiasmo ha perseguido la cultura occidental; no obstante, es bien sabido que en nuestros países la libertad ha sido una práctica difícil, rara y muchas veces incomprendida.
La primera vez que escuché la palabra liberal –la que comparte la misma raíz con libertad– lo recuerdo muy bien, era para referirse a una muchacha de la cual todos debíamos desconfiar. Estaba señalando –en general– a personas de comportamiento dudoso. “Cuídate de fulanito o fulanita; es liberal”, esta era una sentencia descalificadora.
Y esto que parece el simple recuerdo de muchachos encierra las causas y el por qué el liberalismo no ha calado en el pensamiento latinoamericano. Invariablemente se le asoció a la sospecha, a la desconfianza y al miedo – casi siempre inducido– que causa el ejercicio de la libertad y la responsabilidad personal. En esto último el marxismo y todas sus vertientes tienen mucho que ver.
La propaganda en contra de las ideas de libertad que durante décadas desplegó el aparato propagandístico de los países socialistas (probablemente en lo único que fueron eficientes) tuvo mucha influencia sobre los trabajadores, educadores, políticos y, en general, sobre el pensamiento y acción de millones de personas durante el siglo pasado.
En gran parte de las universidades donde se forman los futuros profesores y profesionales se ha pensado y visto el mundo en función del materialismo dialéctico e histórico, y, como consecuencia de ello, han agrandado hasta la elefantiasis a pensadores menores como José Carlos Mariátegui o Haya de la Torre y disminuido, o casi hecho desaparecer del ambiente académico y político, a reconocidos liberales como Pedro Beltrán, quien terminó su vida en soledad y sentenciado como el “amigo de los imperialistas y explotador del pueblo”.
Cuando tímidamente a los más jóvenes se les da a leer alguno de los innumerables ensayos y artículos que durante décadas Pedro Beltrán escribió en La Prensa, la opinión es casi unánime: “pero si este señor ha escrito y detallado lo que los países exitosos hicieron para salir de la pobreza”.

Liberales, ¿egoístas o solidarios?
Una crítica muy común y extendida entre los latinoamericanos, y que va contra nuestra forma de ser, es la que afirma que el liberal es un vulgar egoísta y que practica el desamor y la indiferencia con los demás para que los otros no se metan con él.
Es evidente que tal afirmación no es correcta. El liberalismo acepta al hombre tal cual es, con sus virtudes y defectos y con el derecho de elegir por sí mismo cualquiera de las opciones que la vida le ofrece, de acuerdo con unas reglas dictadas por su conciencia, el derecho y la ley. El Estado garantiza el cumplimiento de esas leyes para proteger al individuo.
Entonces, cuando la persona tiene la posibilidad de elegir por sí misma, opta por el grado de egoísmo o solidaridad que desee. Como en todas las sociedades, habrá liberales egoístas pero también habrá muchos o pocos que no lo sean.
Cuando los gobiernos obligan a las personas a ser solidarios con los demás, mediante abusivos impuestos, lo único que consiguen es trasladar la responsabilidad de los individuos a determinados burócratas, y con ello sí fomentan el egoísmo. Los impuestos excesivos inducen a los contribuyentes al siguiente razonamiento: “Si ya pagué impuestos, ya no tengo por qué ayudar a otras personas”. La mejor manera de crear personas y sociedades egoístas es transferir la decisión personal a algún empleado público. Los países socialistas y los gobiernos populistas son la mejor muestra de la poca solidaridad que existe entre sus miembros.
Uno de los grandes méritos del pensamiento liberal es reconocer al individuo en su exacta dimensión, es decir, un ser imperfecto distinto al de las utopías sociales y políticas que buscaban, a como diera lugar, al “nuevo hombre”, aunque en el intento por conseguirlo tuvieran que asesinar a cien millones de personas durante el siglo XX.
El individuo libre puede optar por ser solidario, pero también puede decidir no serlo. En este último caso, al Estado le corresponde un importante rol que cumplir con aquellos grupos desprotegidos que existen en cualquier sociedad: los niños sin familia, los ancianos desamparados y todas aquellas personas que por su condición no pueden participar directamente en el mercado.
Para ellos, los pensadores liberales le han asignado al Estado un papel, el que claramente distingue el maestro de Glasgow, Adam Smith, al afirmar en La riqueza de las naciones:

“… según el sistema de libertad natural, el Soberano tiene únicamente tres deberes que cumplir (…) el primero, defender a la sociedad contra la violencia e invasión de otras sociedades independientes; el segundo, proteger en lo posible a cada uno de los miembros de la sociedad de la violencia y de la opresión de que pudiera ser víctima por parte de otros individuos de esa misma sociedad, estableciendo una recta administración de justicia; y el tercero, erigir y mantener ciertas obras y establecimientos públicos cuya construcción y sostenimiento no pueden interesar a un individuo o a un pequeño número de ellos, porque las utilidades no compensan los gastos que pudiera haber hecho una persona o un grupo de estas, aun cuando sean frecuentemente muy remuneradoras para el gran cuerpo social” (libro IV, cap. 9).

El subrayado que hemos hecho en la última frase del párrafo anterior indica claramente la importancia que tiene “para el gran cuerpo social” la protección de las personas indefensas en una sociedad libre. Negar esto es simplemente presentar una caricatura del pensamiento liberal, cuando se trata de igualar –deliberadamente– liberalismo con egoísmo.


Las dos caras de una misma moneda
La gran mayoría de los gobernantes de nuestros países han sido dictadores. Los encontramos de todas las layas: desde defensores del mercado hasta radicales marxistas. El punto en común que tienen, es que, ni unos ni otros, comprenden que la libertad económica y la libertad política es una sola.
Un modelo que sólo se preocupa por que exista libertad de mercado y elimina los derechos políticos es tan débil como aquél que se preocupa por los derechos políticos y se olvida del libre mercado. En los pocos casos en que algún dictador militar se olvida  “que es un burócrata con entorchado y espadín[i]y trata de imponer una economía de mercado, casi siempre se encuentra con la tenaz resistencia de las poblaciones, pues sin el consenso de los ciudadanos es imposible que funcione por mucho tiempo y en forma estable un modelo de libre mercado. Pronto aparecerá la corrupción, y como no existen instituciones libres que se controlen unas a otras, el robo y el pillaje crecerán en forma tal que terminarán por destruir cualquier economía por más próspera que haya sido en un momento determinado. Indonesia con Suharto es el mejor ejemplo de cómo las dictaduras militares se pueden desmoronar en pocas horas, arrastrando con ellas a todo un pueblo.

De otro lado, se encuentran las conocidas democracias que, respetando los derechos civiles de sus ciudadanos, se olvidan o menosprecian el otro gran derecho: el de la libertad económica. Estas también acaban mal. Latinoamérica ha sido el dramático escenario en el que se ha visto la forma como el caos económico ha hecho sucumbir a la aparentemente más perfecta de la democracias. Uruguay, durante la década del setenta, es el más claro de los ejemplos, aunque muchos otros casos similares se pueden encontrar en la historia reciente de nuestro continente.
Milton Friedman en Capitalismo y libertad afirma:


“Un modelo que sólo se preocupa porque exista libertad de mercado y elimina los derechos políticos es tan débil como aquél que se preocupa por los derechos políticos y se olvida del libre mercado.”

“… La clase de organización económica que produce libertad económica directamente, es decir, el capitalismo competitivo, produce también libertad política, porque separa el poder económico del poder político, y de esta forma permite que uno contrarreste al otro” (cap. 1).


Esta es la lección que debemos tener en cuenta si algún día elegimos ser prósperos, para que nuestros bisnietos de aquí a cien años no tengan que lamentarse del nuevo “siglo perdido”.


[i]  Así llamaba MVLL a los militares que deseaban ser gobernantes, hoy para sorpresa de muchos, apoya al militar con pocos entorchados que pretende gobernar el país.



Juan Manrique Silva
Economista



viernes, 13 de mayo de 2011

Partido Liberal - Juan Carlos Tafur - Diario16




PARTIDO LIBERAL

Existe una gran discusión en los medios académicos liberales respecto de si es conveniente o no constituir un partido que recoja los principios del liberalismo tanto en su aspecto económico como político. Hay quienes consideran que la labor correcta es difundir ideas y lograr que éstas impregnen al resto de colectividades partidarias, logrando de modo indirecto que las mismas terminen haciéndose realidad.

La verdad es que una cosa no excluye a la otra. Y las circunstancias políticas del país más bien parecen aconsejar que se logre generar un cuerpo partidario organizado, con presencia no solo en el debate sino también en el ejercicio del poder.

Al final, lo que viene ocurriendo en el Perú en las últimas dos décadas es que muchos tecnócratas pro libre mercado terminan participando casi en todos los gobiernos. Y el resultado es que ni por asomo estamos cerca de que se vaya construyendo una trama legal o institucional proclive a dichos principios.

Muchos creen que es un esfuerzo inútil, porque el discurso liberal difícilmente logrará “prender” en los sectores mayoritarios del país. Como muestra traen a colación el desairado resultado obtenido por Rafael Belaunde, el único candidato que en las últimas elecciones hizo suyo un programa monolíticamente liberal.

La culpa, en verdad, no es del hijo del ex presidente Belaunde ni de sus allegados. Es de muchos otros que trasmiten la idea de que los liberales solo se dedican a cuidar el orden de las cifras macroeconómicas cuando trabajan para los gobiernos de turno, o –lo que es peor- que centran su eventual vena crítica en arremeter contra propuestas estatistas o izquierdistas. No les vemos el mismo ímpetu cuando se trata de denunciar los enjuagues mercantilistas que, por ejemplo, en este gobierno han reinado impunes.

Un liberal orgánico debería ser igualmente crítico de iniciativas populistas como de las mercantilistas, las que lejos de ser pro mercado son pro empresa. Si el mismo ojo avizor de muchas ONGs dizque liberales se apreciara respecto de ambos atentados contra la modernidad y el libre mercado, los aires de cambio serían suyos. No se les dejaría el monopolio de las reformas a quienes quieren desandar inclusive los criterios de estabilidad fiscal y monetaria.

Los enemigos de la libertad económica no solo viven en los sindicatos radicales o los frentes de defensa marxistoides. También lo hacen en la mayoría de gremios empresariales convertidos en agencias de lobby a favor de privilegios y canonjías inaceptables.

Cinco años turbulentos y complicados se avecinan. Los tiempos ideales para que la vena contestataria del liberalismo haga cuerpo en una organización partidaria. Presencia activa en los debates y trabajo silencioso en la organización de estructuras es su desafío. El Perú necesita, hoy más que nunca, de un partido abiertamente liberal.
 

Publicado en:



La Columna del Director
11-05-2011
Juan Carlos Tafur
 

miércoles, 11 de mayo de 2011

Articulo: Se busca presidente - Jorge Alberto Carpio Talavera


SE BUSCA PRESIDENTE


 
El pueblo peruano solicita presidente que cumpla los siguientes requisitos y ejecute las siguientes responsabilidades:

Requisitos:
Ø  Carácter decisivo con firmeza para gobernar y administrar.
Ø  Conocimiento profundo del sistema global financiero y social del mundo actual.
Ø  Dominio en el conocimiento de la problemática del Perú.
Ø  Planificador metódico y exhaustivo en el desarrollo del país.
Ø  Ejecutor perentorio de decisiones radicales de acuerdo a planes trazados.
Ø  Experiencia empresarial con trayectoria de logros comprobados.
Ø  Honesto y Ético 100% (sin contemplaciones).
Ø  Guerrero, de lucha despiadada contra la corrupción directa, indirecta, proyectada y encubridora.
Ø  Protector de los derechos humanos y la igualdad.
Ø  Mosquetero de la Justicia.
Ø  Creativo en la explotación de recursos naturales.
Ø  Asiduo oyente del clamor de las necesidades del pueblo, con reacción inmediata.
Ø  Versado en las corrientes políticas, económicas y administrativas internacionales de la actualidad.
Ø  Conocedor de la cultura financiera americana y europea occidental, para que utilice sus recursos y atraiga grandes inversiones para el país.
Ø  Inspirador de confianza proyectando sólida estabilidad y credibilidad del país.
Ø  Líder en la designación de tareas específicas a su gabinete, y estricto control en sus logros
Ø  Interventor de las labores de todos los servidores del Estado, por medio de supervisión delegada directa y computarizada
Ø  Conocedor de las prioridades de la vida: salud mental, salud física, pan y techo, a ser empleado para el bienestar del pueblo.
Ø  Sordera y ceguera total ante los intereses de personas individuales; grupos orquestados y empresas tiburones que avasallan económicamente al pueblo
Ø  Ingeniero con ingenio, que desarrolle presupuestos que dignifiquen la educación de los niños, la salud de los ancianos y el desarrollo del trabajo.

Responsabilidades:

ü  Presentar al pueblo un reporte mensual, verbal y escrito, de los logros obtenidos y los avances realizados en el Plan Maestro de Trabajo.
ü  Publicar mensualmente la tasa de desempleo y subempleo en el país, basado en datos fidedignos dados por organismos internacionales.
ü  Trabajar, trabajar y trabajar; con muy limitados viajes y fiestas.
ü  Atender puntualmente todas sus funciones oficiales y logros planificados, dando buen ejemplo a todos los peruanos.
ü  Ser precursor de grandes proyectos de desarrollo sostenible, trabajando a la par con el Fondo Monetario Internacional, Banco Interamericano de Desarrollo, Naciones Unidas y Banco Mundial.
ü  Emplear gente estrictamente por su nivel intelectual, conocimiento de tareas asignadas, adaptación al medio laboral y trayectoria ética.
ü  Apoyar decididamente el turismo nacional e internacional explotando la inigualable belleza que brinda la costa, sierra y selva del país.
ü  Arengar cotidianamente al pueblo, para progresar en su trabajo, con orgullo y fuerza mental.
ü  Eliminar puestos estatales de "vacas sagradas" y crear empleos eficientes y productivos en todos los niveles.
ü  Apoyar el cultivo de las fincas y olvidadas tierras, cosechando para el consumo nacional y el extranjero.
ü  Engrandecer los rubros de agricultura, salud, educación, industria y comercio.
ü  Utilizar la creatividad del peruano en el desarrollo global.

 
Jorge Alberto Carpio Talavera
M.S.,P.E.
DNI. Nº 29422744




martes, 10 de mayo de 2011

Discurso de Apertura - José Elice Navarro


La necesidad de partidos políticos sólidos, con ideas claras
y con capacidad para sostenerse en el tiempo a partir de
una oferta de participación y de gobierno consistente.


1.       El principal problema político del Perú: Partidos políticos

El principal problema político del Perú es la ausencia de partidos políticos fuertes, con: 

a)       Ideas claras;
b)      Bien organizados;
c)       Disciplinados: y
d)      Capaces de ofrecer a la ciudadanía opciones de gobierno viables y sostenibles.

En el Perú, la gran mayoría de partidos políticos son del tipo electoral, por lo que alientan:

a)       El caudillismo (personalismo y mesianismo);
b)      El oportunismo; y
c)       El transfuguismo.

Que erosionan la política peruana y la confianza ciudadana en la democracia.

Es necesario promover la constitución, la organización y el funcionamiento de partidos políticos no sólo electorales, sino de partidos cuya existencia y funcionamiento constituyan la base de la formación y la participación ciudadana en las tareas gubernamentales.

2.       ¿Para qué fundar partidos políticos y por qué participar en ellos?

Hay muchos partidos políticos inscritos, entonces la pregunta es: ¿Si hay tantos partidos políticos inscritos por qué las peruanas y los peruanos sentimos que tales instituciones nos hacen falta o que los que existen no satisfacen nuestras expectativas?

Una primera respuesta es que la mayoría de los partidos políticos inscritos no son más que la expresión del aventurerismo electoral, es decir, nacen en la coyuntura y no tienen una real  vocación de temporalidad.

El Perú necesita partidos políticos con capacidad de proyectarse en el tiempo, con una sólida militancia motivada por ideas comunes, esto es, partidos modernos y con habilidades desarrolladas para visualizar el futuro, precisar objetivos y dar ejemplo de eficiencia y honestidad en la gestión gubernamental. Necesitamos partidos políticos de nuevo tipo porque los tiempos actuales exigen:

a)         Compromiso con una causa, basado en ideas claras;
b)        Previsión para definir las tareas inmediatas y futuras;
c)         Organización sólida, descartando la superficialidad y el ritualismo legal;
d)        Conocimientos y manejo de herramientas consistentes para el análisis y el diseño de una oferta participativa y electoral realista y seria; y
e)         Eficiencia para dar el ejemplo de que lo que se promete se puede hacer bien.

Es importante que las ciudadanas y los ciudadanos participen en la vida política de la nación, y la mejor forma de hacerlo, en forma organizada y coherente, es a través de partidos políticos bien formados, donde no sólo encuentren los espacios necesarios para participar, sino también para desarrollar y fortalecer liderazgos y formarse para la política y el gobierno.

3.       Las motivaciones para formar partidos políticos y actuar a través de ellos

Son muchas las motivaciones que pueden tener las personas para promover y formar partidos políticos; todas son legítimas (aunque algunas no tanto, pues incluso pueden ser inmorales), pero, en general, consideramos que unas son mejores que las otras. Así, en el siguiente cuadro nos permitimos sugerir y calificar algunas de esas motivaciones:



Razones comunes


Mejores razones

El deseo de tener y ejercer el poder político


Crear y tener una plataforma de participación organizada que contribuya al fortalecimiento de las instituciones del Estado y de la democracia


Intereses personales


Actuar en la vida pública en forma eficiente para lograr condiciones de bienestar colectivas y personales


Hacer dinero desde el poder (la política como negocio)


Contribuir a generar y sostener las condiciones necesarias para el crecimiento económico sostenido


Curiosidad (la política como pasatiempo)


Asumir un compromiso consciente con el presente y el futuro del país


Búsqueda de oportunidades personales



Contribuir a crear espacios de oportunidades de desarrollo y bienestar personal para todos



No es fácil romper el raciocinio común que motiva a participar en política según referentes éticos dudosos o abiertamente deplorables (la política como negocio, por ejemplo), pero es necesario hacerlo aunque ello cueste más trabajo y firmeza.

4.       ¿Qué clase de partidos políticos necesita el Perú?

En este contexto nos preguntamos cuál es el tipo de partido ideal para el Perú de hoy. Entonces respondemos que el Perú necesita partidos políticos:

a)         Democráticos: Democráticos de verdad, pues de lo contrario no serán sino simples instrumentos de realización personal de los fundadores, donde la democracia se convierta tan sólo en un bello concepto utilizado para manipular las expectativas, las esperanzas e inclusive la conciencia de las personas.

b)        Abiertos: No deben ser excluyentes sino inclusivos, es decir, deben permitir que en ellos participen todas las ciudadanas y los ciudadanos que adhieran a un ideario y, a pesar de sus diferencias (que las puede haber), trabajen en unidad para la realización de sus ideales y sus objetivos concretos.

c)         Transparentes y éticos: No deben ocultar lo que sucede en su interior ni los recursos que reciben, no importa de dónde provengan (sin mencionar que siempre deben ser legales y ajustados a estrictos patrones éticos), así como expresar y difundir sus ideas y programas con sinceridad y claridad. También deben promover la conducta ética en la política y dar el ejemplo en ello; porque las organizaciones en las que sus integrantes no tienen un sentido claro del deber, y no se conducen según patrones éticos bien delimitados, promueven más bien la desconfianza en el sistema y abonan a favor de una cultura política que socava las bases del Estado constitucional y democrático de derecho.

d)        Ideológicos y programáticos: Si bien es verdad que el tiempo presente ha desplazado a un segundo lugar las ideologías (por lo menos aquellas en extremos complejas y demasiado elaboradas), no es menos cierto que toda organización política debe tener y sostenerse sobre un referente ideológico que oriente las acciones corporativas y las de sus miembros. Así mismo, en nuestros días las sociedades exigen más pragmatismo, la gente quiere ver hechos, realizaciones y ofertas cumplidas, no sólo ideas.

e)         Formativos: Las personas no desean en el fondo participar en partidos políticos para recibir dádivas ocasionales de los partidos políticos (que, sin embargo, suelen ser útiles y a veces necesarias para quienes sufren pobreza extrema); las personas valoran que los partidos les den sobre todo formación política y capacitación útil para la participación eficiente y la mejora de las habilidades personales, más aún frente a la eventualidad de tener que asumir funciones públicas de elección popular en cualquiera de los tres niveles de gobierno (municipal, regional o nacional). Por ello, los partidos deben ser verdaderas escuelas de política y gobierno, no sólo de oratoria y propaganda política. Además, los partidos, si desean desarrollar tareas gubernamentales, deben confiar muchas de esas tareas en sus militantes capacitados, honestos, comprometidos y seguros de los objetivos que desea alcanzar. Sin una militancia bien formada los partidos serán sólo “cascarones” orgánicos.

f)          Organizados: Una buena organización es un requisito esencial para el éxito de los partidos políticos. No se trata de crear un número innecesario de “cuadritos” orgánicos, sino de dimensionar las exactas necesidades orgánicas de la corporación partidaria para garantizar que las decisiones democráticas sobre planes y acciones se cumplan en una medida razonable, tanto en el ámbito participativo permanente cuanto en la eventualidad de asumir tareas gubernamentales en todos los niveles de gobierno. Una sólida organización, acompañada de un sólido compromiso ideológico, permite mantener la cohesión y la coherencia en el actuar partidario en cualquier ámbito.

g)        En permanente actualización: Los partidos no pueden escapar del dinamismo actual en materia de nuevas herramientas de gestión y comunicación. Por ello, deben ser capaces de utilizar todos los recursos contemporáneos que les permitan mantenerse cerca de las personas e interactuar con ellas, en un proceso constante de dar y recibir para el crecimiento institucional y personal.

5.       ¿Es difícil constituir un partido político?

Sí y no. Lo más difícil es, sin duda, empezar; y hacerlo constituyendo la organización sobre la base de militantes comprometidos y honestos, capaces de aportar con ideas, tiempo y recursos a las actividades partidarias, según sus posibilidades.       
En cuanto a los requisitos legales, deben cumplirse los previstos por el artículo 5 de la Ley Núm. 28094 –Ley de Partidos Políticos—; y son los que a continuación se mencionan:

a)         Acta de fundación, con la información sobre el ideario, los órganos directivos y sus miembros, la denominación y los símbolos partidarios y el domicilio legal.
b)        Relación de adherentes en un número no inferior a 3% de los ciudadanos que sufragaron en las últimas elecciones nacionales, con la firma y el documento de identidad de cada uno.
c)         Las actas de constitución de los comités partidarios en, por lo menos, el tercio de las provincias del país, ubicadas en las dos terceras partes de los departamentos, cada una firmada por lo menos por cincuenta afiliados debidamente identificados.
d)        El estatuto partidario, que debe contener la denominación del partido y la descripción de los símbolos partidarios, la estructura organizativa interna (con por lo menos un órgano deliberativo representativo y su forma de elección), los requisitos para tomar decisiones internas válidas, los requisitos de afiliación y desafiliación, los derechos y deberes de los afiliados, las normas de disciplina, el régimen patrimonial y financiero, la regulación de la designación de su representante legal y su tesorero y las disposiciones sobre la eventual disolución del partido.
e)         La designación de los personeros legales, titulares y alternos, que se acreditan ante los organismos electorales y la designación de uno o más representantes legales del partido.

Los partidos tienen un plazo de dos años, contados a partir de la adquisición de los formularios, para recolectar las firmas de adherentes y presentar la solicitud de inscripción ante el Jurado Nacional de Elecciones.              

Lima, 09 de mayo del 2011

      José Elice Navarro